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20 AL 25 DE SEPTIEMBRE
USHUAIA

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Presencia y ausencia de la matemática en la formación e investigación en los doscientos años de historia argentina

Dr. Pablo Miguel Jacovkis
conferencia
Ushuaia, 22 de septiembre de 2010

Resumen

La presencia de la matemática se nota desde el comienzo de nuestra historia independiente, cuando en septiembre de 1810 Moreno creó la Escuela de Matemáticas para capacitar militares patriotas. Y la ausencia también: en 1812 la Escuela fue cerrada a causa de la sublevación de Álzaga. Esa oscilación entre presencia y ausencia se mantuvo durante muchísimo tiempo: en 1816 se creó la Academia de Matemáticas, que se incorporó a la Universidad de Buenos Aires cuando ésta se fundó en 1821; en 1838 Rosas suprimió el salario a los profesores universitarios y la educación gratuita en la Provincia de Buenos Aires. En 1865 el Rector de la Universidad de Buenos Aires creó el Departamento de Ciencias Exactas, y a partir de 1869 comenzaron a egresar ingenieros, que necesitaban una base matemática. En Córdoba, Sarmiento creó el Observatorio Astronómico en 1871 y la Academia Nacional de Ciencias en 1873: ambos acontecimientos (especialmente el primero) contribuyeron a la formación en matemáticas en la Universidad Nacional de Córdoba. A poco de ser creada, a principios del siglo XX, la Universidad Nacional de La Plata como tercera Universidad Nacional, se creó el doctorado en matemáticas en dicha Universidad. A partir de 1917, con la llegada al país de don Julio Rey Pastor, comenzó una actividad más significativa en formación en matemáticas, y en 1936 se creó la Unión Matemática Argentina. Pero no fue hasta fines de la década de 1950, con la creación de cargos docentes con dedicación exclusiva en las Universidades nacionales y de la carrera de investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, que la matemática dejó de ser una actividad que sólo podían ejercer quienes tenían talento extraordinario, dedicación abnegada, o fortuna personal (o una combinación de estas tres características). En 1966 un golpe de estado llevó a la renuncia a numerosos profesores; en 1976 otro golpe de estado agravó al paroxismo las persecuciones políticas, y la matemática fue también afectada. A partir de la restauración democrática de 1983 la situación fue paulatinamente mejorando.
En este trabajo nos explayaremos sobre estos temas, haciendo un breve bosquejo de la historia de la matemática en nuestro país y su extrema sensibilidad a las contingencias políticas que a lo largo de nuestra vida independiente marcaron a nuestra sociedad.

Introducción

Esta presentación trata algunos aspectos, pero no todos, de la historia de la matemática en Argentina, su presencia y su ausencia en la formación e investigación a lo largo de la historia argentina. Por supuesto que es un pantallazo, y por consiguiente podrán notarse muchas omisiones; de todos modos, espero que sirva como iniciación al tema a quienes estén interesados en hurgar más a fondo en este tipo de cuestiones relacionadas con la historia de la ciencia. Al respecto, se ha mantenido muy concisa la bibliografía, exhibida solamente con el propósito de guiar a quien esté interesado a futuras indagaciones. Las referencias Babini [1986], Buchbinder [2005], Halperin Donghi [2002], Dassen [1924] y Santaló [1972] ofrecen un amplio panorama de los tópicos discutidos aquí, y usé su información en varias partes. De hecho, con un sesgo dirigido hacia la matemática aplicada, este documento debe mucho a mi artículo Jacovkis [2008]. En general, se puede encontrar documentación muy valiosa en la revista Saber y Tiempo, dedicada a historia de la ciencia (y especialmente de la ciencia argentina) y por supuesto en la larga y rica historia de la Revista de la Unión Matemática Argentina.

El comienzo

La primera cátedra en matemáticas en lo que después fue el territorio de la República Argentina fue creada en 1809 en la Universidad ubicada en Córdoba (Real Universidad de San Carlos y de Nuestra Señora de Montserrat). Era la única Universidad entonces existente en la futura República. El Deán Gregorio Funes, Rector de la Universidad (y que tuvo después una destacada participación en el nuevo gobierno surgido de la Revolución de Mayo) pagó de su peculio el salario del profesor, porque la Universidad no tenía dinero. Al año siguiente, el 25 de mayo el Virrey fue reemplazado por la Primera Junta, y comenzó un proceso que culminó con la declaración de independencia en 1816 y la derrota final de las tropas realistas en 1824 y su expulsión definitiva de Sudamérica.

El nuevo gobierno necesitaba un Ejército para combatir a los españoles, y el Ejército necesitaba oficiales competentes. Por consiguiente, en septiembre de 1810, el Secretario de la Junta, Mariano Moreno, creó la Escuela de Matemáticas en Buenos Aires. Es interesante conocer algunas de las razones de su creación, a saber, “En este establecimiento hallará el joven que se dedica a la hermosa carrera de las armas, por sentir en su corazón aquellos afectos varoniles que son introductores al camino del heroísmo, todos los auxilios que puede suministrar la ciencia matemática aplicada al arte mortífero, bien que necesario, de la guerra” (Babini [1986]). De esta manera, la Escuela de Matemáticas fue creada por el gobierno revolucionario para aplicar las matemáticas a la guerra. De todos modos, la duración de esta Escuela fue corta, y tuvo un repentino (y triste) final: fue cerrada en 1812 cuando su director, el teniente coronel catalán Felipe de Sentenach, fue fusilado pues había participado en la fallida conspiración de Álzaga contra el nuevo gobierno.

De todos modos, la matemática era necesaria para los oficiales del nuevo Ejército, por lo cual en 1816 se creó la Academia de Matemáticas, también en Buenos Aires. En 1821, cuando la flamante Provincia de Buenos Aires creó la Universidad de Buenos Aires, la Academia, se incorporó a la Universidad.

Hasta la creación del Departamento de Ciencias Exactas

La Universidad de Buenos Aires tuvo, en sus comienzos, un Departamento de Estudios Preparatorios, que incluía cátedras de matemáticas. Durante la mayor parte de la década de 1820 estuvo Avelino Díaz a cargo de las cátedras de físico-matemáticas y de geometría. Publicó tres textos, de aritmética, álgebra y geometría, respectivamente.

Pero durante casi toda esa década el gobierno central de Argentina desapareció, y la Provincia de Buenos Aires, cuya capital era precisamente Buenos Aires, quedó a cargo de las relaciones exteriores de la Nación. Después de muchos años de guerra civil, finalmente el brigadier general don Juan Manuel de Rosas estableció una dictadura como gobernador de la provincia de Buenos Aires con la suma del poder público. Aunque técnicamente era solamente un primus inter pares respecto de los gobernadores de las demás provincias, en la práctica, luego de otros varios años de guerras civiles y conflictos con Gran Bretaña y Francia, detentó un poder casi absoluto en Argentina. Debido a las crisis y a las guerras, y a su desconfianza respecto de los intelectuales en general, en 1838 Rosas eliminó el sueldo de los profesores de la Universidad de Buenos Aires y la educación libre en la Provincia. La actividad científica en Buenos Aires se redujo a prácticamente nada.

En 1852 un Ejército de las Provincias de Entre Ríos y Corrientes, con apoyo de Brasil, derrocó en la batalla de Caseros a Rosas, que renunció y huyó a Southampton, Inglaterra. La guerra civil continuó intermitentemente entre Buenos Aires y las demás Provincias. Entretanto, en 1861, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre (que luego de la batalla de Pavón asumiría la Presidencia de la República en 1862, comenzando así un ciclo de gobiernos constitucionales ininterrumpido hasta 1930, sin que la continuidad constitucional implicara que no hubiera guerras, alzamientos fallidos e intentos revolucionarios) designó a Juan María Gutiérrez Rector de la Universidad de Buenos Aires, cargo que ocupó hasta su jubilación en 1874. Gutiérrez consideraba que la ciencia y la tecnología eran importantes para el desarrollo del país, y en 1865 creó el Departamento de Ciencias Exactas “comprendiendo la enseñanza de las matemáticas puras, aplicadas y de la historia natural” con el fin de “formar en su seno ingenieros y profesores, fomentando la inclinación a estas carreras de tanto porvenir e importancia para el país” (Babini [1986]).

Los primeros profesores con dedicación exclusiva y su impacto

La creación del Departamento de Ciencias Exactas fue un hecho fundamental en la historia tanto de la Universidad como de la matemática y de la ingeniería, aunque no fue tan exitoso como Gutiérrez lo había planificado: con una extraordinaria visión de futuro (compartida por otros miembros de la clase dirigente argentina de su época, pero no por todos) Gutiérrez quería una herramienta para desarrollar ciencia, pura y aplicada, y tecnología en nuestro país; de este modo, bajo su gobierno se comenzaron a graduar ingenieros en la Universidad de Buenos Aires (el primero, Luis Augusto Huergo, primer ingeniero argentino, obtuvo su título en 1870). En un sentido Gutiérrez fue muy exitoso: muchos buenos ingenieros estudiaron y se graduaron en la Universidad de Buenos Aires, que permitió el ascenso social de una nueva clase media; en otro sentido fracasó: la Universidad de Buenos Aires no fue nunca una Universidad científica como llegaron a ser las grandes universidades norteamericanas y europeas. De todos modos, las acciones tomadas por Gutiérrez para llevar adelante sus proyectos fueron asombrosas: en 1865 comenzó la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, que se complicó también con una guerra civil. En el medio de esta situación tan extremadamente difícil, que por supuesto incluyó una crisis económica, Gutiérrez confió al médico y escritor italiano Paolo Mantegazza (interesantísima figura, que había vivido en Argentina y Paraguay) la misión de contratar los tres primeros profesores con dedicación exclusiva de Argentina. Mantegazza contrató a tres científicos italianos: Bernardo Speluzzi (matemática pura), Emilio Rosetti (matemática aplicada) y Peregrino Strobel (historia natural). Después de un tiempo Strobel (que antes había llevado a cabo una expedición científica que incluyó el cruce de los Andes) retornó a Italia; Speluzzi y Rosetti permanecieron en Buenos Aires hasta su jubilación.

El Departamento de Ciencias Exactas comenzó sus actividades en 1866. Entre los primeros ingenieros que se recibieron (los “doce apóstoles”) podemos mencionar a Valentín Balbín, que en 1876 obtuvo su título de doctor en matemáticas (Ph. D.) en Oxford, de modo que fue el primer argentino con un doctorado en matemáticas. Balbín fue un ingeniero hidráulico y sanitario, profesor de la Universidad (sucedió a Speluzzi en su cátedra); además de tener varios puestos técnicos importantes en distintos gobiernos argentinos, publicó la primera revista de matemáticas en Argentina (Revista de Matemáticas Elementales), así como textos de matemática.

Las Universidades de Córdoba y La Plata

Además de ser la más antigua Universidad en Argentina (fue fundada en 1623), la Universidad de Córdoba fue la primera Universidad nacional: después de la independencia, a partir de 1820, la Universidad perteneció a la Provincia de Córdoba; en 1856 se convirtió en Universidad nacional, cuyas autoridades y profesores fueron nombrados por el Presidente (la Universidad de Buenos Aires recién se nacionalizó en 1881, después que la ciudad de Buenos Aires se convirtiera - no sin una breve y sangrienta guerra civil de por medio - en capital de la Nación, y la Provincia de Buenos Aires tuvo que buscarse otra capital). La introducción de los estudios de ciencias en Córdoba se debió fundamentalmente al Presidente Sarmiento. Durante su gobierno (1868-1874) creó en Córdoba, en 1873, la Academia Nacional de Ciencias (con un sesgo hacia las ciencias naturales; tuvo en sus comienzos conflictos con la Universidad) y el Observatorio Astronómico en 1871. Para dirigir el Observatorio designó a Benjamín Gould, un distinguido astrónomo norteamericano. Ambos hechos, y especialmente la creación del Observatorio, tuvieron una cierta influencia en el desarrollo de la matemática en Córdoba. De paso, la creación del Observatorio es uno de los actos de gobierno más impresionantes de Sarmiento, probablemente el político-estadista que más entendió la importancia de la ciencia y de la tecnología en toda nuestra historia: se necesita una idea clara de qué significa la ciencia para un país, y una voluntad fuerte, para crear un observatorio astronómico en una pequeña ciudad de alrededor de 30.000 habitantes, en un país de dos millones de habitantes, 80% de los cuales eran analfabetos, y designar un distinguido astrónomo extranjero como su director.

Una nueva “sensación” comenzó a pernear la Universidad de Córdoba después de estos cambios, y desde 1875 en adelante Oscar Doering fue profesor de matemática y de física; Doering llevó a cabo numerosas observaciones meteorológicas, magnéticas e hipsométricas.

Por su lado, la Provincia de Buenos Aires decidió crear su propia Universidad en 1897. La Universidad fue nacionalizada en 1905 (en la historia de las Universidades argentinas de la primera mitad del siglo XX podemos observar varias veces ese patrón: una Provincia creaba una Universidad, y finalmente, un tiempo después, la Universidad se nacionalizaba. Es evidente que ninguna provincia argentina tenía suficientes recursos – económicos y tal vez políticos – para administrar una Universidad). Su primer Presidente fue Joaquín B. González, una personalidad tan lúcida como Juan María Gutiérrez con respecto a la importancia de las ciencias. La Universidad empezó a conferir grados de doctor en matemáticas, y en 1906 se creó un importante instituto de física; el observatorio astronómico, creado por la Provincia en 1883, se incorporó a la Universidad cuando ésta se nacionalizó.



Julio Rey Pastor

En 1917, en medio de la Primera Guerra Mundial (en la cual el Presidente Yrigoyen mantuvo la neutralidad argentina) llegó a nuestro país el matemático español don Julio Rey Pastor (1888-1962), y la historia de la matemática en Argentina cambió para siempre. Rey Pastor, que vino invitado por la Institución Cultural Española, había obtenido su doctorado en 1909, y había realizado investigaciones de posgrado en Alemania. Fue además uno de los fundadores de la Sociedad Matemática Española. El impacto de su permanencia en Argentina fue tan importante que finalmente fue contratado en 1921 por la Universidad de Buenos Aires para dar cursos y organizar un doctorado en ciencias físicas y matemáticas. Se enamoró de una joven argentina (hija del Presidente de la Institución Cultural Española), con quien se casó, y desde entonces permaneció en nuestro país el resto de su vida, sin perder contacto con España. Cuando murió, ya retirado, era profesor emérito. Era una época interesante, tanto para España como para la Argentina: en España había una especie de “Renacimiento” de la ciencia (aunque algunos autores hablan de “Nacimiento”, argumentando que en España no se había desarrollado nunca la ciencia antes); recordemos que Ramón y Cajal ganó en 1906 el Premio Nobel de Medicina. Por su parte, la Universidad de Buenos Aires había comenzado, después de muchos años, un lento proceso de apoyo a la ciencia: además de la incorporación de Rey Pastor a la Universidad, podemos mencionar que en 1919 Bernardo Houssay ganó (con mucha oposición, justamente porque era un científico) la cátedra de fisiología en la Facultad de Medicina; en 1927 la Facultad de Filosofía y Letras contrató al distinguido lingüista Amado Alonso.

No podemos subestimar el impacto en la matemática argentina de Rey Pastor: prácticamente creó la escuela de matemáticas en Argentina. Fue sobre todo un maestro, interesado también en historia de las matemáticas, profesor en las Universidades de Cuyo, La Plata y del Sur, y escribió una impresionante cantidad de libros, entre ellos el famoso tratado con Pi Calleja y Trejo, el “ladrillo rojo” (al respecto, hay un interesante comentario en Ortiz [2005]) con el cual muchas cohortes de estudiantes (de matemática, física e ingeniería, fundamentalmente) aprendieron matemática en universidades argentinas (y latinoamericanas) durante muchos años. Una corta biografía de Rey Pastor puede verse en Babini et al [1962]; una descripción de su noble personalidad en Vera [1962]. Rey Pastor jugó un papel muy activo y prominente en la fundación en 1936 de la Unión Matemática Argentina.

La influencia de Rey Pastor tuvo un antecedente interesante: en 1910, el año del Centenario de la Revolución de Mayo, entre las muchas celebraciones podemos mencionar un Congreso Científico Internacional Americano al que asistieron dos eminentes matemáticos: el español Leonardo Torres Quevedo y el italiano Vito Volterra. De hecho (y veremos otros ejemplos), la influencia española en la matemática argentina es probablemente mucho más fuerte que en cualquier otra ciencia.

La Unión Matemática Argentina

La Unión Matemática Argentina (UMA) se fundó en 1936, como ya se mencionó. Entre sus miembros fundadores, además de Rey Pastor, Babini y Dieulefait, sobre quienes nos explayaremos a continuación, podemos mencionar a Alberto González Domínguez (1904-1982), un matemático no solamente de extraordinaria capacidad, y gran docente, sino de una vastísima cultura matemática, que le permitió siempre comprender la importancia de los distintos temas y áreas de la disciplina, aunque no fueran de su especialidad. Con la fundación de la UMA la actividad matemática se “institucionaliza” en nuestro país, y es interesante observar que su creación no solamente antecedió en varios años a la fundación de la Asociación Física Argentina (que data de 1944) sino que por muchos años la Revista que edita (la Revista de la Unión Matemática Argentina) era simultáneamente órgano de difusión de ambas instituciones (su nombre era Revista de la Unión Matemática Argentina y de la Asociación Física Argentina). Eso indica una cierta solidez de la comunidad matemática, que puede observarse en que ya a fines de la década de 1930 y durante la de 1940 comenzaron a aparecer matemáticos descollantes; aparte de González Domínguez podemos citar a Mischa Cotlar (1913-2007) y, un poco después, al más importante matemático nacido en Argentina, Alberto P. Calderón (1920-1998), quien, si bien vivió casi toda su vida profesional en el exterior (en su caso no por razones políticas sino porque las ofertas de las más importantes universidades de Estados Unidos fueron notablemente generosas) siempre mantuvo su contacto con nuestro país.

José Babini – Carlos Dieulefait

José Babini (1897-1984), uno de los discípulos y colaboradores de Rey Pastor, fue historiador de la ciencia, ingeniero y matemático, y tuvo además fuerte impacto en actividades institucionales. Babini obtuvo su título de profesor de enseñanza secundaria y cosmografía del Instituto Superior del Profesorado en 1919, y se graduó como ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires en 1922. Antes de obtener su título de ingeniero fue designado profesor de matemáticas en la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe; esta universidad había sido fundada en 1919 sobre la base de la Universidad Provincial de Santa Fe, que existía desde 1889. Babini colaboró en la fundación de la Unión Matemática Argentina en 1936, fue profesor y Decano de la Facultad de Química Industrial y Agrícola (actual Facultad de Ingeniería Química) en Santa Fe, y como profesor apoyó fuertemente el uso de métodos numéricos y gráficos en matemática. Durante muchos años fue el más importante especialista en Argentina en matemática numérica (recordemos que era una época “pre-computacional”). Además, llegó a ser el más importante especialista en historia de la ciencia de nuestro país, actividad en la cual tuvo una provechosa colaboración con Rey Pastor.

Después de treinta años en Santa Fe, Babini retornó a Buenos Aires (donde había nacido) y fue Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires y Decano Interventor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de dicha Universidad luego de la caída de Perón en 1955, y reorganizó la Facultad creando cargos con dedicación exclusiva, estructurando institucionalmente dicha Facultad en forma departamental, y llamando a concursos exigentes para renovar el plantel académico, concursos en los cuales los antecedentes científicos debían ser significativos. Esas reformas convirtieron a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en un importante centro de investigación y enseñanza moderna de las ciencias. Babini fue también Presidente de EUDEBA, la Editorial de la Universidad de Buenos Aires, que en la década de 1960, hasta el golpe de estado que derrocó al Presidente Illia en 1966, fue la editorial científica más importante del mundo en lengua castellana. Fue también Director Nacional de Cultura durante la presidencia de Frondizi.

Por su parte, la estadística comenzó su desarrollo en nuestro país en otra ciudad de la Provincia de Santa Fe: el estadístico Carlos Dieulefait (1901-1982) fue el fundador y primer director (entre 1932 y 1956) del Instituto de Estadística en Rosario, dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (que abarcaba unidades académicas en Santa Fe, Rosario, Paraná y Corrientes hasta la creación de universidades nacionales en esas ciudades) por intermedio de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura. Diulefait fue también el primer Presidente de la Sociedad Argentina de Estadística; la carrera de estadística fue creada en 1948 en Rosario, y fue la primera en América Latina. Actualmente existen varios distinguidos estadísticos en nuestro país, entre ellos Víctor Yohai y Ricardo Maronna.

Evolución

Durante la década de 1930 llegaron a Argentina varios matemáticos europeos importantes y contribuyeron a solidificar la tradición matemática. Mischa Cotlar había llegado antes a Uruguay con su familia desde la Unión Soviética, huyendo de la guerra civil y de la revolución; no tenía ningún título hasta que muchos años después obtuvo un doctorado de la Universidad de Chicago. Luis A. Santaló (1911-2001) y Manuel Balanzat (1912-1994) huyeron de España después de la derrota de la República en 1939, y Beppo Levi (1875-1961) y Alessandro Terracini (1889-1968) huyeron de Italia después de que Mussolini, bajo fuerte presión nazi, promulgó las leyes raciales contra los judíos. Terracini fue el único de ellos que retornó a su país después de la segunda guerra mundial.

Otro matemático español que permaneció en Argentina durante la guerra civil fue Esteban Terradas e Illa (1883-1950), una personalidad muy interesante. Tenía un doctorado en ciencias exactas y en ciencias físicas, era también un ingeniero vial e industrial, miembro de la Real Academia Española de Letras y de la Real Academia de Ciencias Exactas, había diseñado la construcción del Ferrocarril Metropolitano Transversal de Barcelona, que se inauguró en 1926, y otras líneas de ferrocarril en Cataluña. Fue también Presidente de la Compañía Telefónica Nacional de España. Durante la guerra civil buscó refugio en Argentina, en el Observatorio Astronómico de La Plata, y retornó a España tras el final de la guerra. Pero mientras trabajó, fundamentalmente en La Plata, también enseñó en Buenos Aires un curso sobre probabilidades en 1937 y un curso sobre aplicaciones de la matemática a fluidos y aerodinámica en 1938. Ya había estado antes en Buenos Aires, en 1927, cuando dictó un curso sobre estabilidad.

Manuel Sadosky

El más importante discípulo de Terradas en Argentina fue Manuel Sadosky (1914-2005). Sadosky (ver Jacovkis [2005]) se doctoró en 1940 en matemáticas aplicadas con Terradas; mientras era estudiante de doctorado trabajó en el Observatorio Astronómico de La Plata. Sus maestros fueron Rey Pastor, González Domínguez (ya mencionado como importante matemático argentino, que pese a haber sido Decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires durante el peronismo, fue siempre respetado por sus colegas y no sufrió represalias) y Terradas. En 1946-48 estuvo en el Institut Henri Poincaré, en París, y en 1948-49 en el Istituto per le Applicazioni del Calcolo, en Roma. Sadosky comprendió muy pronto las posibilidades que habían aparecido en matemáticas con las primeras computadoras electrónicas. En 1949-1952 trabajó en el Instituto Radiotécnico de la Universidad de Buenos Aires, hasta que fue dejado cesante por su oposición al gobierno peronista. En 1952 escribió Cálculo Numérico y Gráfico, primer libro de análisis numérico en América Latina. Es asombroso que hubiera publicado ese libro antes de que llegara a nuestro país la primera computadora, y el libro tuvo numerosas reimpresiones, muchas de ellas después de la instalación de computadoras (la última edición fue de 1973, y había computadoras en Argentina desde 1960). Su libro Cálculo Diferencial e Integral (en colaboración con Rebeca Guber) fue la Biblia de muchos estudiantes durante muchísimos años En 1955, tras la caída de Perón, volvió a la Universidad como profesor en las Facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Ingeniería, y desde 1959 hasta el golpe de estado de 1966 fue profesor con dedicación exclusiva en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. De 1959 a 1966 fue Vicedecano de la Facultad, y de 1961 a 1966 Director del Instituto de Cálculo, una especie de Instituto de Matemática Aplicada y Computacional. Trajo a la Argentina la primera computadora instalada en una universidad, que llegó a Buenos Aires el 24 de noviembre de 1960 y a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales el 12 de diciembre de ese año (ver Factorovich y Jacovkis [2009]). Tuvo después descollante actuación en administración científica como Secretario de Ciencia y Tecnología durante el gobierno de Alfonsín (1983-89).

Institucionalización de la ciencia

En 1950 se creó en nuestro país la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA); después, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) se crearon en 1956, 1957 y 1958, respectivamente. En este sentido, la creación de agencias nacionales para promover la investigación, en áreas generales o específicas, fue un fenómeno mundial, relacionado con la necesidad (que, a partir de la segunda guerra mundial, se sintió en la mayoría de los países) de usar la ciencia y la tecnología tanto para apoyar el desarrollo como para apoyar actividades militares; en particular, la ciencia tenía entonces un prestigio considerable, y se la consideraba a veces una herramienta para el desarrollo de un modo ingenuo, esto es, como si la ciencia sola pudiera asegurar que un país se desarrollara.

En esta atmósfera, podemos recordar que el Presidente Perón mantuvo un conflicto muy serio con la mayoría de los profesores y estudiantes de todas las universidades nacionales (no había entonces universidades privadas) por lo cual muchos distinguidos científicos no pudieron tener cargos universitarios durante su gobierno; a su caída, en 1955, derrocado por un golpe militar en una sociedad terriblemente polarizada, los profesores volvieron (o fueron nombrados por primera vez) y en muchas Facultades de la mayoría de las universidades nacionales se pudo sentir un ambiente de entusiasmo: la investigación renació (o nació), se crearon cargos con dedicación exclusiva para profesores, y muchos investigadores entraron al CONICET. La década 1956-1966 puede designarse con justicia la edad de oro de la ciencia en Argentina. Sin embargo, no debemos olvidar que la polarización de la sociedad argentina durante y después del gobierno de Perón dañó mucho a la ciencia: en matemáticas se decidió disolver el Departamento de Investigaciones Científicas (DIC) de la Universidad Nacional de Cuyo, y su valiosa revista de matemáticas, que había publicado artículos de nivel internacional (la Revista Matemática Cuyana) fue cerrada. Su delito había sido haber sido creada durante el gobierno de Perón.

La primera computadora en una Universidad argentina

Como hemos mencionado, después de la caída de Perón Manuel Sadosky fue nombrado profesor en la Universidad de Buenos Aires. Como estaba interesado en matemática aplicada y computación, insistió mucho en la necesidad de fundar un Instituto de Matemática Aplicada y Computacional (el ya mencionado Instituto de Cálculo), que finalmente fue creado. En 1961 Sadosky fue nombrado Director de dicho Instituto. Además, el CONICET financió la compra de la primera computadora universitaria, la Mercury Ferrante que comenzó a operar en 1961, y se creó la carrera de computador científico, en 1963, primera carrera de computación del país, que otorgaba el título de “computador científico”, con un plan de estudios más corto que las tradicionales licenciaturas (ver Jacovkis [2006]).

La Mercury II de Ferrante, que costó 152.099 libras esterlinas de la época) era una máquina que ahora mueve a risa, pero fue muy importante para su época. Tenía una memoria de 1024 palabras de 40-bits, una memoria auxiliar que inicialmente consistía de 16.384 palabras, entrada de datos mediante cinta perforada de papel, salida mediante cinta perforada y teletipo (después se le agregaron aparatos para modernizarla). Necesitaba un gran espacio con aire acondicionado. Como además en 1960 fueron importadas cuatro computadoras comerciales (ver Babini [2003]), ese año puede ser considerado el del comienzo de la “informatización” de la sociedad argentina.

El Instituto de Cálculo de la Universidad de Buenos Aires

Desde su fundación en 1961 hasta el golpe militar de 1966 que derrocó al Presidente Illia, después del cual casi todos sus miembros renunciaron, el Instituto de Cálculo llevó a cabo una actividad importante en matemática aplicada, tanto en proyectos de investigación como en contratos para terceros, ver por ejemplo Jacovkis [2006]. Hubo siete grupos de investigación en el Instituto, a saber, en economía matemática, dirigido por Oscar Varsavsky, en investigación operativa, dirigido por Julián Aráoz, en estadística, dirigido por Sigfrido Mazza, en mecánica aplicada, dirigido por Mario Gradowczyk, en análisis numérico, dirigido por Pedro Zadunaisky, en sistemas de programación, dirigido por Wilfredo Durán, y en lingüística computacional, dirigido por Eugenia Fischer. Los trabajos para otras instituciones permitieron la financiación y contratación de personal. En 1966 trabajaban en él unas cien personas.

Es interesante ver la diversidad de temas en los cuales el Instituto estaba interesado. Por ejemplo, se hizo un modelo de ríos andinos, por medio de simulaciones numéricas, mediante un contrato con el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); modelos hidrodinámicos fluviales de ríos con lecho fijo y móvil; el modelo macroeconómico MEIC, un modelo matemático de la Utopía de Tomás Moro. Los clientes eran todos los departamentos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, muchos científicos de todo el país, la CONEA, Ferrocarriles Argentinos, etc. Además, hubo una fructífera colaboración con la Universidad de la República, en Montevideo, Uruguay.

El período 1966-1983

Después del golpe militar de 1966 algunos ex miembros del Instituto de Cálculo comenzaron a trabajar como consultores privados, y participaron en (o dirigieron) interesantes modelos matemáticos; por ejemplo, la firma de consultores ACT llevó a cabo entre 1967 y 1971 el modelo matemático de la cuenca del Río de la Plata y varios proyectos de investigación operativa; desde 1971 el Estudio Gradowczyk y Asociados llevó a cabo modelos matemáticos hidrodinámicos, de predicción de crecidas, de diques y embalses, etc. En Bariloche un equipo interdisciplinario de la Fundación Bariloche diseñó e implementó el Modelo Mundial Latinoamericano (ver Herrera et al [1976]) que, en cierto sentido fue un modelo global influyente como alternativa al modelo de Meadows et al [1972] preparado para el Club de Roma; no olvidemos que en ese entonces los modelos globales interdisciplinarios eran extremadamente populares.

En 1975, sin ningún apoyo oficial, se fundó ASAMA, la Asociación Argentina de Matemática Aplicada. Debido a la situación política, esta asociación tuvo corta vida; en 1976 su Presidente, Hugo Scolnik, tuvo que exiliarse. Pero en algunas universidades lejos de Buenos Aires hubo una actividad interesante en matemática aplicada (en matemática pura, aunque con restricciones, siguió habiendo actividad en los centros habituales); por ejemplo, la Universidad Nacional del Litoral creó, en la Facultad de Ingeniería Química, su título de licenciado en matemáticas aplicadas en 1972, y los primeros graduados se recibieron en 1977. En 1995 en esa misma institución se creó el doctorado en matemáticas aplicadas.

Antes que eso, en la flamante Universidad Nacional de Rosario (creada sobre la base de la rama rosarina de la Universidad Nacional del Litoral), se había creado el Centro de Matemáticas Aplicadas y Cálculo en 1969. Entre 1970 y 1976 su director fue Edmundo Rofman, que firmó acuerdos con instituciones europeas, especialmente el INRIA (Institut de Recherche en Informatique ete Automatique). Finalmente Rofman emigró en 1976 a Francia, y el Centro desapareció por falta de continuidad.

Para esa época, las autoridades del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas se interesaron en matemática aplicada; convencidas gracias al entusiasmo de Miguel Herrera, que unía una capacidad sobresaliente como matemático con una visión global de las matemáticas, y que entendía perfectamente bien la importancia de la interacción entre matemática pura y aplicada, el Departamento de Matemática incorporó algunos matemáticos aplicados, especialmente el joven Hugo Folguera, ingeniero y matemático, y el distinguido astrónomo-matemático Pedro Elías Zadunaisky, para enseñar cursos de análisis numérico. De todos modos ambos renunciaron en 1975, debido al clima político existente. Zadunaisky continuó su brillante carrera en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, y Folguera, gravemente enfermo, murió prematuramente en 1979. Cabe mencionar que Zadunaisky había estudiado ingeniería en Rosario y había comenzado su carera en mecánica celeste en el Observatorio de La Plata, bajo la dirección del brillante astrónomo y matemático aplicado alemán Alexander Wilkens, quien vivió en Argentina y trabajó en la Universidad Nacional de La Plata en la época de los nazis.

De todos modos, todo el período 1966-1983 (incluyendo el turbulento período 1973-1974) fue muy complicado para la ciencia en general, y para la matemática en particular. En 1966, al mes del golpe de estado contra Illia, se produjo el episodio conocido como la Noche de los Bastones Largos, en el cual, pocas horas después de que la dictadura del Gral. Onganía aboliera la autonomía universitaria, la Policía Federal, al mando de un general del Ejército, entró a saco en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y detuvo a todos los profesores, graduados y estudiantes presentes, después de golpearlos. El episodio se hizo mundialmente famoso porque entre los profesores estaba un distinguido matemático norteamericano, el Dr. Warren Ambrose, quien dirigió poco después una carta al New York Times, rápidamente publicada. Entre los muchos profesores renunciantes hubo numerosos del Departamento de Matemáticas, empezando por el propio Dr. Sadosky. Si bien la represión no se puede comparar con la que hubo unos años después (hubo contusos, no desaparecidos), simbólicamente la Noche de los Bastones Largos ha quedado en la historia como símbolo de los ataques del autoritarismo a la ciencia. El siguiente episodio gravemente discriminatorio, también en la misma Facultad, se produjo en 1974, cuando la Presidenta María Estela Martínez de Perón designó Rector Interventor al abogado Alberto Ottalaghano. Todos los docentes fueron dejados cesantes, y para ser reincorporados debían pasar severos filtros ideológicos.

Desde 1983

Desde 1983 la discriminación política cesó en la Universidad y en la ciencia argentina. Los problemas de la matemática pasaron más bien por las estrecheces económicas, al igual que todas las demás ciencias, que han disminuido sensiblemente en estos últimos años. Al lado de la venerable Unión Matemática Argentina, que agrupa a prácticamente todos los matemáticos del país, han surgido otras sociedades, sea específicas (la Sociedad Argentina de Estadística existe desde 1952, pero ASAMACI, Asociación Argentina de Matemática Aplicada, Computacional e Industrial, fue creada en estos últimos años), sea más interdisciplinarias (como la Asociación Argentina de Mecánica Computacional, AMCA).

La historia de la matemática argentina indica que, pese a que es una ciencia más “neutra” que las ciencias sociales y humanas, e incluso que la física y la biología (el comienzo del Universo y la teoría de la evolución han sido en diversas épocas y países, incluso el nuestro, focos de irritación) no ha escapado a las consecuencias de visiones autoritarias de la vida y de la sociedad. Pero es interesante comprobar cómo, así como se perjudicó por las persecuciones políticas en nuestro país, se benefició por las persecuciones en otros (España, Italia, Alemania).

Referencias

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